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jueves, 23 de marzo de 2017

Bienvenidos a Londres

Bienvenidos a Londres:

William Turner, el incendio del Parlamento.

"Podemos decir que no estamos asustados, prender velas y hacer corazoncitos con nuestras manos pero la verdad es que no podemos seguir así", dice KATIE HOPKINS


PUBLICADO el 22 de Marzo de 2017


Estaban parados en el centro de Bruselas. Fila tras fila.
Las manos asidas en alto, haciendo corazones que apuntaban al cielo. Le mostraban a los asesinados que no fueron olvidados. Recordándose a sí mismos que estaban allí con amor. Buscando mostrar que la humanidad prevalece. Que el amor todo lo conquista.
Estaban tirados en el centro de Londres, cara abajo donde cayeron. Acuchillados, aplastados por un automóvil, empujados, rotos, en el Támesis, la vida desangrándose sobre la vereda.
Y las novedades vinieron rápido y pesadas.


An injured woman is assisted after a man drove a 4x4 into pedestrians along Westminster Bridge on Wednesday afternoon
Una mujer lastimada es asistida después de que un hombre que manejaba una 4x4 sobre peatones en el Puente de Westminster el miércoles a la tarde.
Un automóvil embistió deliberadamente a los peatones sobre el puente. Diez inocentes caídos.
Un oficial de policía acuchillado a la puerta de la Cámara de los Comunes. Su muerte confirmada.
Una mujer, sabemos ahora, muerta en la escena.
Tiros. Un hombre asiático trasladado al hospital
Una mujer cayó o se tiró al agua.
Y yo me puse cada vez más fría. Y más chiquita.
No siento rabia esta vez.  No rabia como la que sentí en situaciones anteriores. Ninguna necesidad imperiosa para salir y gritar a los idiotas que se negaban a verla venir.
Ni siquiera asentir con la cabeza a los idiotas que dicen que esto no nos va a derrotar, que nunca seremos vencidos, que la cobardía y el terror no lograrán quitarle la compostura a los británicos.
Porque, si bien soy leal, si bien soy patriota, si bien toda mi juventud formé parte del ejército y peleé por mi país - me temo que nos quebraron.
No por este macabro espectáculo frente al Parlamento. No por las vidas reventadas contra el pavimento, mientras iban pensando qué tomarían con el té. O qué tren elegirían para llegar a casa.
Bystanders stop to give people mouth to mouth after the driver mowed them down. Katie Hopkins says we are now a broken London
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Transeúntes se pararon para socorrer después de que el conductor los arrollara.
Katie Hopkins dice que ahora somos un Londres quebrado.
Porque eso somos nosotros ahora.
Esto es nuestro país ahora.
En esto nos hemos convertido.
A esto nos redujeron.
Porque mientras esos imbéciles indulgentes de Bruselas se paraban con sus estúpidas manos alzadas con formas de corazones hacia el cielo, otro acto de maldad se estaba planificando. Más muertes en la línea de producción.
Mientras la sangre del oficial de policía corría entre los adoquines, el atacante era llevado en un camilla en un intento de salvar su vida.
Londres es una ciudad que se desespera por mostrarse tolerante. Ningún informe se dio sobre los lastimados. Ninguna clave sobre quién está bien y quién no.
Los “progres” se convencen a sí mismos que el multiculturalismo funciona porque todos moriremos juntos.
Una ciudad enteramente compuesta por monos sabios:
No ven, no escuchan, no hablan. Ciegos. Sordos. Mudos. E imbéciles.
No veo, no escucho, no digo.
Inmersos en un humeante caldero de odio, se esconden en los pliegues de las comunidades encapsuladas en ghettos, plagadas de viejas animosidades y viejas trifulcas.

Sadiq Khan should 'stop talking' according to Katie Hopkins, who says his words are empty as we are 'wrenched asunder' 
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Sadiq Khan “debería dejar de hablar” según Katie Hopkins, quien sostiene que las palabras del intendente son vacías frente al hecho de que nos están despedazando.
Esas personas pueden haber dejado sus tierras. Pero han traído aquí, con ellos cada tensión, cada conflicto, cada lucha.
Los afganos odian a los somalíes quienes detestan a los eritreos. Como fue antes. Como es ahora. Londres es una ciudad de ghettos detrás de una fina capa de barniz de civilidad, que mantiene lustrada un intendente musulmán, cuya mayor validación es la profesión de su padre.
Sadiq, el hijo del colectivero [1].
Lo imagino ahora, garabateando una misiva sobre cómo Londres es una ciudad hermosa y tolerante, cuán unidos estamos por nuestros valores compartidos y nuestra comprensión y cómo no nos vamos a acobardar por el terror.
Predeciblemente, ahí salió él a decir exactamente eso. Idiota.
A police officer is led away from the scene after she tries to revive her colleague who was stabbed in the attack on Wednesday afternoon
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Una oficial de policía es retirada de las escena luego de que trató infructuosamente de revivir a su colega luego de que éste fuera acuchillado el miércoles a la tarde.
Mientras las madres mandaban mensajes de texto a sus hijos para verificar si estaban bien. Incluído el mío, preocupado por mí mientras yo supervisaba la escena, temerosa en ese lugar donde los monstruos acechan y roban las vidas en un instante. Por nada.
Le pediría a Sadiq que se calle. Palabras vacías. Mientras tanto, él prohíbe imágenes de mujeres en bikini en el subte. ¿Cómo podría eso ayudar?
Por favor, nada de hashtag alegórico, nada de vigilias, nada de velas encendidas. Les ruego no iluminar el Parlamento con los colores de la bandera (Union Jack).
Porque no estamos unidos. Estamos despedazados.
Los patriotas del resto de Inglaterra versus los progres de esta ciudad. La interminable tolerancia hacia quienes nos dañan (mientras el Ministerio del Interior trata de distraer el foco hacia el “terror blanco”) versus los millones, como yo, que enfrentamos la verdad, con familias preocupadas y desesperanza en nuestros corazones, que sentimos que el país se hunde.
Hemos recibido una ducha de agua fría con este patadón en el trasero. Una ciudad desesperadamente ligada a la ilusión del multiculturalismo que sólo atina a pelearse con aquellos que aman a su país más que ninguna otra cosa, culpa a quienes están orgullosos de sentirse británicos y que le grita “racista” al 52% de la población.
Prime Minister Theresa May speaks outside 10 Downing St after the attacks. Katie Hopkins says it is time to admit that multiculturalism has not worked
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La Primera Ministra Theresa May habla frente a 10 Downing St después de los ataques. Katie Hopkins dice que es hora que admita que el multiculturalismo fracasó.
Este lugar es como Suecia. Aterrorizados de admitir la verdad sobre la amenaza que enfrentan, sobre los horrores cometidos por los inmigrantes que no supieron detener - porque admitirlo era admitir que estamos hundiéndonos, y rápido. Es admitir que todo aquello en lo que los progres creen es erróneo.
El multiculturalismo no funcionó. Ése es un gran fracaso morrocotudo y es una gran mentira morrocotuda.
Erdogan, Presidente de Turquía, dijo que hay una guerra entre la medialuna y la cruz. Pero se equivoca. Porque la cruz no es fuerte. Estamos de rodillas, un felpudo para pisotear, una broma que sólo es divertida para aquellos que desean perjudicarnos.
La guerra es entre Londres y el resto del país. Entre los progres y los que tenemos razón. Entre aquellos que creen que es importante ir en puntas de pie alrededor de las culturas que eligieron unirse a nosotros, más que defender nuestra cultura.
Katie Hopkins says these incidents are no longer unusual, but commonplace
+6Katie Hopkins dice que estos incidentes no sólo no son más inusuales sino un lugar común.
¿Cuántas veces más?
¿Y cuántos ataques más deberán pasar antes de que aceptemos que estos no son más actos de “extremistas”? Que no hay un distintivo que nos permita mantener a estas personas a un prudente distancia. Que los “progres” usan con ligereza el término “extrema derecha” contra cualquiera que exhiba orgullo patriótico.
Estos eventos no son más “extremistas”. Son habituales, cotidiano. Ocurrencias de la vida diaria.
Estas personas no son más extremistas. Son, simplemente, más devotos. Más apegados a sus creencias. Creencias que será propaladas repetidamente por la TV y la radio por los próximos meses hasta que compremos el “relato” de que al islam no es el causante.
Que en realidad deberíamos culpar a los que apoyan al Brexit. Por creer en Gran Bretaña. Como se vino haciendo antes.
Cualquier cosa menos la verdad.
Esta es la razón por la que no estoy enfadada esta vez. No siento rabia. No hay reconocimiento para aquellos que pretenden que no nos acobardemos, aún cuando ellos corren a casa a mandar el mensaje de texto a la mamá para avisarle que están bien. Ninguna sorpresa que la ciudad de la cual yo me sentía tan orgullosa está ahora perforada por el miedo, y donde se demarcan formalmente los lugares que no debemos pisar, que hay lugares donde una mujer no puede caminar segura.
Ahora siento tristeza. Una tristeza que me embarga.
Voy a cruzar el río esta noche y mirar el Támesis, mirar la bandera que está a media asta, y al Parlamento aguas abajo y me preguntaré cómo podemos seguir así.


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[1] Nosotros tuvimos de presidente durante ocho años a la hijastra de un colectivero, así que sugiero que no lo tome con ligereza.

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